31 agosto, 2007

Memoria de elefante

Yo creo en los paraísos perdidos. Creo más en el ritmo del tambor que viene de la profunda Amazonia, que en el cuerpo sensual de la mulata medio desnuda que lo baila una noche de carnaval en Río. Creo que más allá de unos campos de marihuana puede cultivarse poesía, tan real como la prosa del Gabo. Me gusta pensar que en Suiza, más que dinero lavado, se guarda la nieve de mi isla; y que los argentinos mal simulan con arrogancia la nostalgia que les hereda el tango. Estoy casi segura que hoy África es mas rica de lo que fuera Potosí, y esto no es metáfora. Creo que los países que son hoy, ojo de guerra, han sido los vientres de los más gloriosos mitos, muchos de los cuales nos han permitido sabernos de esperanzas. Creo que se puede creer mas en la gente, y repetir como Martí: “De todas partes vengo y a todas partes voy”; Aunque el corazón de viaje se extienda desde el Mar Caribe hasta el Mar Atlántico. Yo creo a no apostar a generalidades, a rechazar los estereotipos. ¿Desde cuando todo empezó a reducirse a una larga lista de productos y sellos? Supongo desde que nació la euforia del comercio y la porcelana debía ser china y las alfombras persas; hasta que la magia de la publicidad, la prensa y la radio, “Friends” y hasta el Chapulin Colorado empezó a vender un montón de exclusividades, desde un tequila de México hasta un sake de China; desde un Reggae del viejo Bob, hasta un ulah ulah de Hawai. Es lo positivo de la globalización, permite la expansión de culturas. Pero ojo, si bien es importante el producto, también son importantes las manos que lo hicieron, que no solo sirva para tomar un bate de béisbol. A veces cuesta mas desaprender que aprender, como es menos fácil quitar la pintura que pintar, y seguir llamando chino a todo aquel de rasgo oriental, acusar a Hollywood de seguir salvando el planeta en nombre de los Estados Unidos, y seguir viendo la hermana nación como nuestro gran “cuco” histórico. Nos equivocamos cuando creemos que las grandes potencias solo sirve para subyugar a los terceros, como se equivocan ellos cuando piensan que el mundo no puede cambiar. Que no se abstenga usted de ir a un concierto de Ricky Martin si aun no se cansa de comprar de todo lo que le vende, de fumarse un habano o experimentar un beso francés, pero si puede, evite desechar palabras que sirva para etiquetar países, sobre todo si es para infravalorar la historia de un pueblo a la que usted no ha contribuido. Si cultura general es saber donde viene el mejor café, el mejor vino, el mejor chocolate, la Ford, o conocer la biografía de Bill Gates, también es cultura general saber de geografías y de fechas, de hombres y de mujeres, de amores y de guerras; y comprenderá que a lo largo de la historia, en cada confín, la humanidad no ha dejado de ser victima y victimaria. Si no tiene tiempo para saber estas cosas, entonces “baile merengue, baile whatever you want...”